
Es persuasivo,
desafiante, conflictivo,
es dulce y venenoso
fino, de un aroma delicioso.
Tiene inmerso un poder,
deja estados de letargos,
delicadamente amargos;
como una tortura,
que aniquila lo que sobra de cordura.
No tiene un color,
sin origen , sin sabor;
solo sé, que es invisible
y amargamente seductor;
aveces perceptible,
y otras, cautivador.
Lo trae un cualquiera,
que luego pide perdón,
o sin pensar se aleja
para no ver de frente el dolor.
Rodea a un desconocido,
un vaho que no tiene sentido,
y sombra de quien se dice amigo.
Asi, puede oler cualquiera,
quien trama una falsa promesa,
y jura amar hasta el cielo,
o resiste a guardar un secreto;
en cuyos ojos arde el misterio,
tras quien se dice ser perfecto;
y hasta el que enamora,
el que se limpia tus besos;
se ríe en su egoísmo, en su silencio,
y duerme en un inferno violento.
La mentira no tiene miedo,
es ese un conjunto de deseos,
algo que hace volar al comienzo
y luego te arroja a un desierto;
es el olor que acaricia,
que se siente y que fulmina.
El que la usa lo piensa poco
para huir y declararse loco.
No hay corazón que le importe,
si la mentira huele bien,
no será lo que lo agobie.
Es fragancia, y es salida,
la fiel a la cobardía;
olor que aveces humilla,
es arrogante, es conformista.
Si se percibiera no creyera,
no habría tragedias, ni secuelas
Pero si al sentirla yo supiera,
no fuera igual, no viviera,
y aquello hubiese acabado,
con en ese falso poema.