El olor de la mentira



Es persuasivo,
desafiante, conflictivo,
es dulce y venenoso
fino, de un aroma delicioso.
Tiene inmerso un poder,
deja estados de letargos,
delicadamente amargos;
como una tortura,
que aniquila lo que sobra de cordura.

No tiene un color,
sin origen , sin sabor;
solo sé, que es invisible
y amargamente seductor;
aveces perceptible,
y otras, cautivador.

Lo trae un cualquiera,
que luego pide perdón,
o sin pensar se aleja
para no ver de frente el dolor.
Rodea a un desconocido,
un vaho que no tiene sentido,
y sombra de quien se dice amigo.

Asi, puede oler cualquiera,
quien trama una falsa promesa,
y jura amar hasta el cielo,
o resiste a guardar un secreto;
en cuyos ojos arde el misterio,
tras quien se dice ser perfecto;
y hasta el que enamora,
el que se limpia tus besos;
se ríe en su egoísmo, en su silencio,
y duerme en un inferno violento.

La mentira no tiene miedo,
es ese un conjunto de deseos,
algo que hace volar al comienzo
y luego te arroja a un desierto;
es el olor que acaricia,
que se siente y que fulmina.

El que la usa lo piensa poco
para huir y declararse loco.
No hay corazón que le importe,
si la mentira huele bien,
no será lo que lo agobie.
Es fragancia, y es salida,
la fiel a la cobardía;
olor que aveces humilla,
es arrogante, es conformista.

Si se percibiera no creyera,
no habría tragedias, ni secuelas
Pero si al sentirla yo supiera,
no fuera igual, no viviera,
y aquello hubiese acabado,
con en ese falso poema.

mi primavera



La sonrisa profana de los años tempranos,
inocente emoción de lo impensado,
lágrimas secas en ramos agitados;
la súbita premonición de un tiempo acabado.

Las manos se enredan asustadas,
angustia que convierte la mañana helada,
brisa que mueve como hojas las pestañas;
un alivio, de una tristeza acallada.

Los ojos ven al sol como reloj de arena,
el tiempo es corto pero parece valer la pena,
de pétalos y flores, pequeñas secuelas,
de la entrada tardía de mi primavera.

El corazón no desata su nudo enredado,
todavía espera si no florecen los nardos,
o recoje las hojas que en el suelo se han secado;
los frutos amados, dejaron un sabor amargo.

La sonrisa, el corazón, los ojos y las manos;
un ser que tiembla al cambiar su vestimenta,
aveces duele, y en poco volverá la tormenta;

despúes de los ruegos, la primavera, llega;
y si le agrada, se queda.

jueves, enero 28, 2010

El olor de la mentira



Es persuasivo,
desafiante, conflictivo,
es dulce y venenoso
fino, de un aroma delicioso.
Tiene inmerso un poder,
deja estados de letargos,
delicadamente amargos;
como una tortura,
que aniquila lo que sobra de cordura.

No tiene un color,
sin origen , sin sabor;
solo sé, que es invisible
y amargamente seductor;
aveces perceptible,
y otras, cautivador.

Lo trae un cualquiera,
que luego pide perdón,
o sin pensar se aleja
para no ver de frente el dolor.
Rodea a un desconocido,
un vaho que no tiene sentido,
y sombra de quien se dice amigo.

Asi, puede oler cualquiera,
quien trama una falsa promesa,
y jura amar hasta el cielo,
o resiste a guardar un secreto;
en cuyos ojos arde el misterio,
tras quien se dice ser perfecto;
y hasta el que enamora,
el que se limpia tus besos;
se ríe en su egoísmo, en su silencio,
y duerme en un inferno violento.

La mentira no tiene miedo,
es ese un conjunto de deseos,
algo que hace volar al comienzo
y luego te arroja a un desierto;
es el olor que acaricia,
que se siente y que fulmina.

El que la usa lo piensa poco
para huir y declararse loco.
No hay corazón que le importe,
si la mentira huele bien,
no será lo que lo agobie.
Es fragancia, y es salida,
la fiel a la cobardía;
olor que aveces humilla,
es arrogante, es conformista.

Si se percibiera no creyera,
no habría tragedias, ni secuelas
Pero si al sentirla yo supiera,
no fuera igual, no viviera,
y aquello hubiese acabado,
con en ese falso poema.

lunes, enero 11, 2010

mi primavera



La sonrisa profana de los años tempranos,
inocente emoción de lo impensado,
lágrimas secas en ramos agitados;
la súbita premonición de un tiempo acabado.

Las manos se enredan asustadas,
angustia que convierte la mañana helada,
brisa que mueve como hojas las pestañas;
un alivio, de una tristeza acallada.

Los ojos ven al sol como reloj de arena,
el tiempo es corto pero parece valer la pena,
de pétalos y flores, pequeñas secuelas,
de la entrada tardía de mi primavera.

El corazón no desata su nudo enredado,
todavía espera si no florecen los nardos,
o recoje las hojas que en el suelo se han secado;
los frutos amados, dejaron un sabor amargo.

La sonrisa, el corazón, los ojos y las manos;
un ser que tiembla al cambiar su vestimenta,
aveces duele, y en poco volverá la tormenta;

despúes de los ruegos, la primavera, llega;
y si le agrada, se queda.