que no sea la primera

Pintura de Diego Mato Toledo

No siempre deberían estar aquí e inertes, líneas muy cortas,
pero por tanta costumbre,
es difícil no escribir palabras que bailen armónicas,
y puede que hoy, quien ya lo leyó,
al no poder comprender al leer y re leer,
ya se hartó.
O quizá nunca le gustó o no puso atención.
Pero no hay problema, tranquilo, porque no es una obligación.

Aún no puedo asegurar que el final de la era poética se terminó.

Lo fácil guía a los dedos, y las ideas de ese tipo vienen cuando más mal me siento.

Y en ese estado poco importa la gramática;
me cuesta pensar coherentemente cuando se tiene un amargo nudo en la garganta.

La tristeza es muy inspiradora, porque el frío del espacio dictan
un sin fin de cosas.
Pero no siempre será lo mismo;
la soledad también llena la cabeza de vacíos sin sentido.
Es el punto en el que un mal día invita a escribir,
y sentarse en cualquier improvisada silla; y es esa la entrada
de una buena, pésima, corta o aburrida poesía.

Pero escribir sin saber que es lo que inspira, inquieta a mi pensamiento
o puede que hasta provoque ira; esa que de tanto estar escondida,
sale despavorida con la primera persona que irrita.
Y ese es el mayor de los inconvenientes: No sentir para escribir un par de líneas,
o peor aún, no saber en que pensar para imaginarse una compañía.
Un alguien a quien se le dedican las rimas.

Espero no aburrir cuando como hoy dejé afuera ideas bonitas
en la otra esquina;
y lo más probable es que ahí se quedarán,
hasta que alguien las vaya a buscar.

Al menos procuro que así se sentirán, como yo hoy,
cuando nada me parece significante
.
Y espero no sea la última de las caídas, en las que me voy dando cuenta
que poco sirve esperar un freno a tanta antipatía.
Lo bueno es que todavía amo la poesía.

1 comentarios:

CELF dijo...

muy bonito y muy cierto... que no muera la poesía...

jueves, abril 23, 2009

que no sea la primera

Pintura de Diego Mato Toledo

No siempre deberían estar aquí e inertes, líneas muy cortas,
pero por tanta costumbre,
es difícil no escribir palabras que bailen armónicas,
y puede que hoy, quien ya lo leyó,
al no poder comprender al leer y re leer,
ya se hartó.
O quizá nunca le gustó o no puso atención.
Pero no hay problema, tranquilo, porque no es una obligación.

Aún no puedo asegurar que el final de la era poética se terminó.

Lo fácil guía a los dedos, y las ideas de ese tipo vienen cuando más mal me siento.

Y en ese estado poco importa la gramática;
me cuesta pensar coherentemente cuando se tiene un amargo nudo en la garganta.

La tristeza es muy inspiradora, porque el frío del espacio dictan
un sin fin de cosas.
Pero no siempre será lo mismo;
la soledad también llena la cabeza de vacíos sin sentido.
Es el punto en el que un mal día invita a escribir,
y sentarse en cualquier improvisada silla; y es esa la entrada
de una buena, pésima, corta o aburrida poesía.

Pero escribir sin saber que es lo que inspira, inquieta a mi pensamiento
o puede que hasta provoque ira; esa que de tanto estar escondida,
sale despavorida con la primera persona que irrita.
Y ese es el mayor de los inconvenientes: No sentir para escribir un par de líneas,
o peor aún, no saber en que pensar para imaginarse una compañía.
Un alguien a quien se le dedican las rimas.

Espero no aburrir cuando como hoy dejé afuera ideas bonitas
en la otra esquina;
y lo más probable es que ahí se quedarán,
hasta que alguien las vaya a buscar.

Al menos procuro que así se sentirán, como yo hoy,
cuando nada me parece significante
.
Y espero no sea la última de las caídas, en las que me voy dando cuenta
que poco sirve esperar un freno a tanta antipatía.
Lo bueno es que todavía amo la poesía.

1 comentarios:

CELF dijo...

muy bonito y muy cierto... que no muera la poesía...